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martes, octubre 31, 2006

Día uno (V): E-kun y la poción mágica

Sigamos tras este largo periodo de descanso que me he tomado.

Mientras comíamos el curry de cara a la cristalera que daba a la calle, apareció E-kun. Comenzó hablándonos de un pequeño altercado que había sucedido en el sitio en el que trabajaba, del que no daré demasiados detalles por ser un tema espinoso.

Como siempre ocurre cuando como en un sitio como en el que comí, alguna alma caritativa, en este caso E-kun, te suelta el típico "yo no se cómo te has podido comer eso y encima aquí". Creo que todos hemos pasado por este trance, pero yo ya lo tenía superado, gracias al blindaje estomacal que me había proporcionado mi "Menú Asiático" del Mc.Donalds del Aeropuerto de Frankfurt.

Me parece que fue el día que llegué a Japón (6 de Octubre) o el dia anterior cuando el nuevo primer ministro japonés, Shinzo Abe, fue elegido. En las calles todavía permanecían colgados algunos carteles electorales... a cual más tonto, la verdad.

E-kun me explicó el problema que suponía la privatización del servicio postal que proponía el anterior primer ministro Junichiro Koizumi. Según él, actualmente las oficinas de correos ofrecen una cantidad de servicios a la población que no son nada despreciables, a parte del servicio de correos, claro está.

El temor de los detractores de Koizumi se basaba en que, si el servicio de correos se llegara a privatizar, las oficinas de correos que dejaran de ser rentables, como las ubicadas en poblaciones pequeñas donde el volumen postal fuera muy reducido, desaparecerían... y con ellas los servicios extra que prestaban.

Ciertamente, no se si Abe es del mismo partido de Koizumi o no. La verdad, ni me interesa... de hecho ni me interesan las elecciones de mañana porque se que todos son unos parásitos que lo único que quieren de mi es mi dinero y el de todos mis vecinos. Pues eso, pero a pesar de mi absoluto desinterés político escuché atentamente las explicaciones que me dio E-kun.

Como os podéis imaginar, no solo estaba zombi sino que también los pies dejé de sentirlos hacía rato... pero eso no impidió el ir detrás de alguna japonesilla a la que se le transparentaban algunas cosas para verlas con mayor detalle... mero interés científico, ya sabéis.

Exactamente, no se a dónde nos dirigimos ni a qué, con lo zombi que estaba lo único que podía hacer era caminar, escuchar, y ver culos. No recuerdo a qué estación nos dirigimos, pero mientras esperábamos en una de las que bajamos para hacer transbordo, E-kun fue a una máquina expendedora, compró algo y me dió una botellita de vidrio que había sacado de ella:

- Anda, ¡tómate esto!
- ¿Esto que es?
- Tu tómatelo verás que bien te sienta


Leí la etiqueta y vi el nombre del fabricante: 大正製薬 (taishô seiyaku)

- Pe... pero... ¡¡ESTO ES UN MEDICAMENTO!! -Dije alucinando
- Si
- Pe... pero...
- Tranquilo, es como un Redbull solo que un poquito más bestia.
- Pero... ¿cómo es que se venden medicamentos en las jihanki (máquinas expendedoras)?
- Bueno, es que en este pais SE FOMENTA la automedicación. Si luego tienes tiempo de ver la tele ya verás la cantidad de medicamentos raros que se venden


Quizás el decir que se fomentara la automedicación fuera un poco exagerado, pero tampoco sería de extrañar. Recordé entonces que, hacía unos cuantos meses, estuve viendo algunas emisoras de TV chinas por P2P, y en la publicidad, no hacían más que salir anuncios de medicamentos raros. Claro que Japón no es China...

Ya que hablamos de medicamentos, cabe decir un par de cosas al respecto. A pesar de que se hable mucho de la tradición médica oriental, a los japoneses parece que le gustan más las medicinas que un pito a un tonto. Esas medicinas se venden en "droguerías" (no hay farmacias tal y como las conocemos aquí) y se venden por pastillas, no por cajas.

Si el médico te receta algo, pues el "farmacéutico" te da la cantidad exacta de pastillas que te han recetado, en una bolsita con un papel adjunto explicando el contenido de la bolsa y la posología.

Otra cosa al respecto que nos afecta a los europeos. Las medicinas japonesas son muy débiles para nosotros. Si se te ocurre darle una aspirina comprada en españa a un japonés, posiblemente pille una sobredosis... por eso, antes de hacer alguna putadilla así en plan de coña, recomiendo hacer experimentos con pastillas Juanola, no sea que cometamos alguna barbaridad.

Afortunadamente, no tuve necesidad en ningún momento de tomar medicamento alguno, aunque tuve que llevarle a Marquitos algunas pastillas efervescentes para ayudarle a superar un catarrazo que arrastraba desde hacía unos días.

En fin, siguiendo con lo que estaba contando. Me tomé el coso ese, que tampoco tenía un sabor desagradable. Creo que me vino bien, al menos pude aguantar despierto hasta cerca de las 2:00AM hora local.

Marquitos al final decidió ir de juerga a Tokyo pero yo no podía, prefería si acaso seguir paseando con E-kun por Osaka y luego volver a casa a dormir. Pues eso, Marquitos me dejó las llaves de casa y se fue en dirección a la estación de Shin-osaka a pillar el Shinkansen que lo llevara hasta Tokyo.

Sus planes eran dormir en el tren mientras iba a Tokyo, estar aquella noche de juerga por allí y luego, a la mañana siguiente, volver a pillar el tren de vuelta y repetir la operación. Para la hora a la que tenía previsto volver yo ya estaría más que despierto, así que no le suponía ningún problema dejarme las llaves. ¿Entendéis por qué no me veía con valor de ir yo también a Tokyo, recien bajado del avión, sin dormir desde hacía más de 20 horas y con los pies hechos caldo?

Pues nada, una vez nos separamos, fui con E-kun el cual me iba contando cosas, que seguro que si me esfuerzo puedo recordar. Llegamos a una estación, en la cual había como una plaza con una fuente subterranea. Según me comentó, este era un "punto de encuentro"... de citas... a cambio de dinero, para todo tipo de clientes, especialmente clientas.

Bueno, con esto creo que vais servidos con vuestra ración de hoy. Mañana (quizás) más.

lunes, octubre 30, 2006

No, aún no me he rendido!

Se que muchos de mis fans estarán nerviosos tras tres días sin actualizar esto... tranquilos, joder, parad ya de llamadas obscenas. Os tengo dicho que ya hablaré con todas y cada una de vosotras en privado y sin prisas (▼_▼¬ゝ

Y aquellos fans que hayan perdido la confianza, no pueden llamarse fans, deberían llamarse ventiladores, tal y como me dijo una vez una amiguilla japa. Por cierto, ya que hoy no voy a escribir nada más, al menos os dejo una noticia chorra relacionada con ventiladores que a lo mejor os hace gracia: he aquí un ventilador con un una cobertura de 360º... si, ya se que es estúpido.


Si, los friquis a quienes les gusten estas cosas siempre pueden conseguirla en Amazon Japan, por ejemplo.

Bueno, mañana seguiré con mis aventuras ;)

viernes, octubre 27, 2006

Día uno (IV): Paseando por Umeda

(Je, aún me acuerdo de los números romanos mayores que tres)

Menos mal que ya es viernes, porque esta semana se me ha hecho (todavía se me está haciendo) de lo más larga. En fin, sigamos con el relato.

Como dije, me vi con necesidad de ir a hacer una visita a Toto-san, asi que fui al WC más cercano a donde estábamos. Allí me econtré con el problema que sabía que tarde o temprano tendría que aparecer inevitablemente: los WC japoneses.

A ver, en España también tenemos cosas de esas, no tan comúnmente utilizadas pero vamos, que no me pillan de nuevo. El cagadero Español no es más que una losa, con un par de plataformas en las que apoyar los pies y un agujero en el centro, para cagar de cuclillas.

El WC japo es parecido, pero en lugar de ser una losa cuadrada con el agujero es algo parecido a un urinario pero en posición horizontal. Si buscáis un poco por el internete seguro que encontráis alguna foto. De todos modos, ya me esforzaré por colocaros alguna.

A pesar de que sabía que ese día llegaría y que había leido documentación diversa sobre su uso, las dudas no hacian más que asaltar mi mente. ¿Cuál sería la orientación correcta? ¿Era seguro del todo? ¿Quién me aseguraba que, mientras estuviera de cuclillas con los pantalones bajados, no me los mancharía?... Era tal mi sufrimiento que estuve a punto de pedirle a alguien que estuviera fuera que, por favor, me enseñara a cagar de forma adecuada. Obviamente no lo hice, ya que no quería hacer que nadie se sintiera violento.

Solución: aguantarme. De hecho, tampoco era tan urgente el ir. Es bien sabida mi afición por estos temas, así que quizás fuera una necesidad más psicológica que fisiológica la de ir al WC. X'D

Regresé a la mesa, y aproveché para contarle a Marquitos mi sufrimiento y para echar unas risas al respecto. Mola hablar de estos temas de mierda (nunca mejor dicho) cuando nadie a tu alrededor te entiende. Pero bueno, la conversación duró poco y nos dedicamos con más ímpetu todavía a mirar a las niñas. Era inconcebible en Barcelona aquel panorama.

En fin, tras el descanso seguimos la búsqueda de algún sitio para poder pernoctar el domingo. Nos dirigimos a la zona de Shotengais (distritos comerciales) de Umeda, cercano a la estación de Osaka. En Japón, especialmente en Osaka, los Shotengai son lo más escandaloso que existe, de verdad. Mucha gente, mucho ruido, muchos carteles, muchos pachincos... un infierno.

Nos dirigimos al final a un hotel situado en mitad de todo el meollo, el Hotel Kinki (si, acepto chistes con respecto al nombre, pero cabe decir que "Kinki" es un topónimo). Como muchos otros, según me explicó Marquitos, se trataba de un hotel de dos entradas: una oficial y otra no oficial, por decirlo de alguna manera. Pues nada, entramos por la entrada buena e hicimos la reserva de habitación para el domingo: habitación de estilo japonés por 4500 Yenes.

Los precios, y los números en si, fueron al principio uno de mis principales puntos débiles en lo que al idioma respecta. Si, no estoy acostumbrado a escuchar algo tan tonto como los números, y cuando leo un texto en japonés, cuando aparecen números los leo en castellano... bueno, en un par de dias uno se acostumbra.

A continuación fuimos a buscar algún sitio donde comer, y Marquitos mientras tanto, se intentó poner en contacto con un amigo suyo, un chico catalán que vive desde hace unos 6 años en Osaka y con el que había tenido alguna vez la oportunidad de hablar por el messenger, dado que también tenemos una amiga japonesa en común.

[busqueda de sitio para comer, izakayas cerradas y demás ]

Pues bueno, al final nos metimos en un pequeño establecimiento. La forma de encargar la comida era comprando un tiquet en una máquina que habia a la entrada. Luego la camarera te recogía el tiquet y a los pocos minutos te traían lo que habías encargado. Yo pedí arroz al curry.

Si, el de hoy es corto. No tenía muchas ganas de escribir.
Ah, he aprovechado para ponerle un título con un cierto toque de subnormalidad al blog. No me acababa de convencer lo de Shinryaku Keikaku... :P

jueves, octubre 26, 2006

Día uno (III): Hep-five, las minifaldas y las escaleras mecánicas

Ahora mismo no tengo muchas ganas de escribir que digamos, pero se que si me apalanco corro el riesgo de dejar esto colgado... y no es plan, más aún con la gran cantidad de fans que me leen en secreto :D Tranquilos, luego os pondré un botón de paypal para que me hagáis llegar vuestros donativos, que se que lo estáis deseando pillines.

Sigamos.

A la entrada de la estación había un combini, en el que entramos para pillar algo que comer, que ya tocaba. Yo compré un sandwitch de lechuga, jamón dulce, queso y no se qué más, y una lata de café con leche caliente. Al ir a pagar, vi por primera vez el ritual que se sigue en cualquier transacción en japón.

¿Sabéis en los dibujos animados japoneses que, cuando el héroe de turno hace un ataque, necesariamente dice el nombre del mismo? Pues en Japón todo es así. Siempre dicen lo que están haciendo, informando en todo momento sobre el estado de la situación. Así, a la hora de pagar, la cajera, con una voz de pito que se te metía en las sienes, iba diciendo:

1) "Serán XXX yenes"
2) "Le tomo en depósito YYY yenes"
3) "Le cobro XXX yenes"
4) "Le doy el cambio de XXX-YYY yenes"
5) "Muchas gracias"

Esto te lo dicen invariablemente vayas a dónde vayas :D... si, ralla un poco pero al final te acostumbras. En este pais, es fácil acostumbrarse a este tipo de cosas, y cuando faltan, se echan de menos.

En un principio, tenía previsto albergarme en casa de Marquitos hasta el Domingo, pero no conté con que él el lunes regresaba a España desde el aeropuerto de Narita, cercano a Tokyo, con lo que el Domingo tendría que estar allí y yo, por lo tanto, no iba a poder estar albergado en su casa. Así que no quedaba más remedio que ir a buscar algún sitio para aquel día.

Al salir a la superficie, me sentía como Paco Martínez Soria o Alfredo Landa haciendo de paletos, mirándolo todo: los carteles verticales, el ominpresente banco de Tokyo-Mitsubishi, más tiendas de comida, combinis, bicicletas y, para mi sorpresa, menos coches de los que me esperaba para una ciudad como Osaka.

Íbamos a ir a preguntar a un Youth-Hostel que marquitos conocía, cercano a la estación de Osaka de JR. Nos metimos por algunos recovecos cuyas rutas me veo incapaz de reproducir, hasta que llegamos al sitio. Estaba cerrado, y no había señal de que siguieran en el negocio, así que dimos media vuelta a buscar otro sitio.

Fue entonces cuando Marquitos me dijo, "ven, que te voy a enseñar algo bueno"... y nos dirigimos a un centro comercial llamado HEP-FIVE, cuya principal característica era el de tener una noria incrustada y... muchas tiendas de ropa, música, cafeterías, más tiendas de ropa, tiendas de complementos... y MUCHAS CLIENTAS, con faldas muy cortas.. y muchas escaleras mecánicas. Ufff... es recordar lo que veía por ahí y aún ahora, mientras escribo estas lineas, me pongo malo.

No se si he hablado hasta ahora de cómo van vestidas las japonesitas ahora. De siempre, las chicas japonesas le han sacado mucho partido a las piernas, ya que es bien conocido que la mayoría no andan sobradas de busto... aunque eh, cuidado que lo que tienen tampoco es despreciable eh. Pues eso, lo que parece estar de moda es llevar unas especie de medias negras hasta la altura de las rodillas (o en su defecto, botas altas), y luego, o bien unos pantalones cortos que tapan un tercio del muslo o menos, o minifaldas, de modo que dejan la parte justa de muslo al descubierto como para coger y hacerles ¡ÑAAAAMMM!. A mi al menos me pareció que era más utilizada la opción de pantalones cortos que la de minifalda, pero de todos modos... ufff.

Pero ahora viene la parte dolorosa: casi todas llevaban zapatos de tacón. No es que tenga nada en contra de los zapatos de tacón ni que les quedasen mal, más bien lo contrario... el problema está en que la gran mayoría de ellas, no sabían caminar con ellos. En serio, parecía que caminaran mal a propósito, como si parecieran patos o intentaran imitar la forma de caminar de un bebé o algo. Pero eso no es todo; muchas japonesas tienen las piernas con cierto grado de torcimiento, no se si por razones genéticas o qué, pero es así. Pues bien, ver caminar a una chica, con las piernas torcidas y además pisando huevos era todo un sufrimiento. Parecía que en cualquier momento fuera a tropezar y a matarse. Todo lo sexy que podría estar si se quedara quieta, lo perdía con el movimiento.

Otra punto a destacar de las chicas japonesas es el maquillaje. Desde mi punto de vista, me da la sensación de que abusan mucho del bote, y esto no se si es origen o remedio de algunos problemas cutáneos que presentan algunas. Ah, y respecto al maquillaje, no tienen miramientos en retocárselo estén donde estén. Siempre llevan consigo, dentro del bolso, un espejo para retocarse cuando a ellas les viene en gana, estén en el tren (de pie o sentadas), en una cafetería, en un semáforo... supongo que lo hacen en algún momento que se sientan inseguras y quieran comprobar su aspecto, por ejemplo si se sientan delante de un pedazo de tio tan atractivo como yo.

Por último, comentar el pelo. Parece que el teñirse de rubio platino ha ido pasando de moda, pero aún así se siguen aplicando algo de color, castaño/cobrizo que les queda bastante atractivo :). A veces también se moldean un poco el pelo, muchas veces para parecerse lo máximo posible a la artista o a la modelo a la que más se asemejen... vi muchos clones de Gomaki, por ejemplo :D:D

Pues nada, mientras iba observando todo este panorama llegamos a un Starbucks que está en el ¿último? piso, a los pies de la noria. Allí ya, las niñas que se veían eran el apoteosis XD ufff... Ambos nos pedimos sendos Frapuccinos de Maccha (te verde japonés) que estaban muy buenos, más aún viendo el ambiete que nos rodeaba y que nos miraba con ojos libidinosos. Nos sentamos en el centro de todas las mesas, para ver mejor y poder ser mejor vistos :D. Detras mio se sentaban unas chicas que planeaban viajar a Italia y, con la excusa de estar desplegando planos y tal, no dejaban de tocarme y de decirme "ah, soly" (sorry). Yo las dejaba hacer, criaturitas...

Pues en medio de todo esto, me volvieron a entrar ganas de ir a visitar a Toto-san... pero eso lo dejaré para el próximo capítulo :D

Sufrid sufrid ^^

miércoles, octubre 25, 2006

Día uno (II): Llegada a casa de Marquitos

Yo seguía sin tener capacidad de raciocinio, y lo único que me veía capaz de hacer era seguir a Marquitos y echarle el ojillo a alguna que otra japonesita que empezaba a anticipar lo que me iba a encontrar.

Hicimos un primer transbordo en la estación de Shin-Osaka, desde donde volvimos a pillar un tren hasta la estación de Osaka de JR, situada en el barrio de Umeda. Una vez llegamos a esta estación fuimos a recoger algo que Marquitos había encargado unos dias antes a una especie de mercado subterraneo situado por la zona.

[Nota para mi: por aquí falta una primera incursión a la superficie. Hacer memoria]

Mientras, con mi atontamiento y cargado con el equipaje, caminaba entre la marabunta de personas por este enorme centro comercial subterraneo, me iba estresando cada vez más y más. Intentaba adivinar por dónde me estaba moviendo pero, a pesar de saber leer las señales, no me veía capaz de situarme. Tan solo podía ver gente y comercios por doquier... ¡AH! Y bares, restaurantes y demás sitios para comer... en España muchas veces nos avergonzamos de la gran cantidad de bares que tenemos, ¿verdad?. Pues nada que ver con Japón. No se si fue sensación mia o qué, pero ahí la gente está comiendo lo que sea, donde sea y a la hora que sea.

Llegamos al sitio en cuestión. Era una licorería del centro comercial Hanshin. Hanshin (阪神) es una compañía ferroviaria que posee unas cuantas lineas ferreas en la zona de Kansai, y es, por decirlo de alguna forma, el principal patrocinador de los Hanshin Tigers, el equipo de béisbol por el que darían su vida la mayoría de los habitantes de Kansai. Pues bien, en Japón, la mayoría de estaciones de tren importantes hacen a su vez de centros comerciales, o de lo que sea: lo importante es aprovechar el espacio. En Japón, los edificios se aprovechan para albergar las cosas más dispares e inverosímiles, tengan o no relación entre ellas.

Mientras esperaba a que atendieran a Marquitos, yo estaba parado en el pasillo, con cara de tonto, mirando todo lo que me rodeaba y con la maleta a cuestas. Una de las chicas de la licorería me vio, y me dijo: "¿quieres probar los vinos que tenemos en promoción?". Sorprendido, le pregunté si eran vinos japoneses, a lo que me contestó que si, y que entre los que vendían se encontraba el que había sido elegido aquel año mejor vino de Japón. Pues nada, como la cata era gratis y la niña se mostraba simpática, pa' entro!

No estaban mal de sabor, algunos parecían quizás demasiado dulces para mi gusto; de todos modos mi opinión respecto a los vinos vale menos que una mierda puesto que yo me enchufo un cartón de Don Simón y un vino de calidad y no aprecio las diferencias, pero para hacerme un poco más el capullo entendido, me puse a oler el vino antes de bebérmelo.

Una vez recogido lo que habíamos ido a buscar, fuimos a pillar el tren Hanshin que nos llevaría hasta casa, ubicada en la localidad de Amagasaki, prefectura de Hyôgo. La ciudad de Amagasaki es famosa desde hace un par de años por un accidente de tren muy grave que se produjo por un error humano, debido a la presión psicológica que soportaba el conductor por ir retrasado. En Japón, los horarios de tren son SA-GRA-DOS.

Mientras ibamos de camino a casa de Marquitos, él me comentaba la posibilidad de ir aquella misma tarde de juerga a Tokyo... a más de 500 km de Osaka; total, sólo eran dos horas y media en el Shinkansen (tren bala). La oferta era tentadora, pero ni mi cuerpo ni mi mente se veían capaces de tal hazaña.

Llegamos a la estación de destino. Al contrario de lo que había visto hasta el momento, era una zona tranquila, con poco tráfico, de vez en cuando algún japo montando en bici y ya está. La casa estaba cerca de la estación, aproximadamente a un minuto a pie. Sólo teníamos que cruzar un par de calles y listos... pero cruzar una calle no sería algo tan trivial. Allí, como ya he comentado en alguna ocasión anteriormente, utilizan un lenguaje visual distinto al que utilizamos en occidente. Esto se puede ver, por ejemplo, en la ubicación de los semáforos; en España, los semáforos de peatones suelen estar en cada extremo del paso de peatones correspondiente, de modo que el peatón que quiere cruzar simplemente tiene que mirar al frente. Sin embargo, en Japón el concepto es distinto: los semáforos estan colocados en tu campo visual; dicho en otras palabras: tienes que ponerte a buscar el semáforo. Tranquilos, uno al final se acaba acostumbrando a esto.

De camino a casa, pude ver desde una barbería, con su pirulo de colores rojo, azul y blanco girando con afán sobre si mismo para atraer a todos los peludos de la zona, más "bares" que, vistos desde fuera, eran tanto o mas guarros que el peor bar de moros del Raval, un aparcamiento, una tienda de ropa... llegamos.

La puerta era de cristal traslúcido. Es una puerta que en Europa se utilizaría para departamentos interiores de una casa. Es que creo que tenía menos consistencia que una puerta de cuarto de baño. Pero no era solo esa casa, no... todas eran así. Ah... que bonitos que son los paises sin Rumanos y demás. A la izquierda de la puerta había una ventana con una reja... más que nada a modo testimonial, con un cartel que anunciaba el periodo de matriculación para una guardería de la zona. Delante de la ventana, una bicicleta de montaña con un candadito en la rueda trasera.

Entramos. Zapatos fuera. Welcome to Japan. Subimos a la planta de arriba, donde estaba él albergado. La planta de abajo tenía como una especie de oficina pequeña, que utilizaba esporádicamente el propietario de la vivienda. Las escaleras eran estrechas y con los escalones altos. Pensaba que me iba a matar subiendo la maleta.

La casa en si, como la mayoría de casas en Japón, era prefabricada. Cualquier golpe o pisotón más fuerte de lo normal se hacía notar por todo el edificio. Estuve tentado de hacer un poco el capullo dando pisotones, pero tampoco era cuestión de generar odios innecesariamente... al menos por el momento.

La planta de arriba estaba separada en dos/tres habitaciones, un comedor/cocina, un retrete y un baño/lavadero. En cada habitación habían splits de aire acondicionado y una unidad de intercambio de aire. El cagadero estaba justo delante de las escaleras. Era una pequeña habitación reservada exclusivamente para dejar allí lo mejor de uno mismo. La puerta del retrete tenía una pequeña ventanita, suficiente para ver si en el interior había o no luz.

Allí nadie sabe quién es el Sr. Roca. Allí la marca es "Toto"... mola porque da lugar a muchos chistes, como para decir "yo aquí lo dejo tó, tó y tó" y demás paridas que se me ocurrían mientras hacia fuerza. Desde luego, los WC japoneses de estilo occidental están muy bien pensados.

Los paletos que van a Japón por primera vez suelen quedarse flipados con el tema de los botoncitos, la tapa caliente y demás mariconadas que, la verdad, pueden llegar a ser útiles pero no es como para hacer un tema en el concurso de oratoria. La gente que utiliza el recurso de los botones de WC suele ser pobre gente que no está acostumbrada ni a los grifos ni a la energía eléctrica. El retrete que tuvo el honor de recibir mis necesidades (parafraseando al capítulo de "Los Simpson" en Japón) no disponía de estas tapaderas eléctricas. Era el retrete básico. La características principales son, en primer lugar, que son más cortos de profundidad, que el agua llega más arriba que en los occidentales (digamos que lo que cae tiene como más sitio para moverse, con lo que parece que hay menos) y tienen una cisterna de dos posiciones: 大 (dai/grande) y 小 (shô/pequeño), para tirar más o menos agua según lo que dejes ahí.

Lo que si que merece la pena, y casi lloro de emoción al verlo, es la parte superior de la cisterna. No, no está el triste tirador para hacer la descarga: hay una pequeña pileta y un grifo. Cuando se tira de la cadena, sale agua por ese grifo, agua limpia que puedes utilizar para lavarte las manos (si quieres) que cae a la pileta para desaguar en la cisterna. OLÉ. Con esto, ya sabemos que los japoneses se las lavan DESPUÉS, como tiene que ser.

Otro último apunte respecto al retrete es que, cuando se tira de la cisterna, primero se vacía el contenido del WC, con una violenta succión capaz de absorber al más resistente de los zurullos, y a continuación cae el agua hasta la altura "parezco una sopera". Ah, me olvidaba decir que los japoneses, a pesar de tener los botones que tanto fascinan a los paletos occidentales, disponen de papel higiénico... pero como muchas cosas de ese pais, el papel higiénico es "usui", poco denso... si, de una capa. Claro, no necesitas un papel mas resistente porque todo lo que te tenías que rascar y arrancar ya lo has hecho utilizando los botoncitos y tal... ah, el diámetro del tubo de cartón es sensiblemente inferior al estándar europeo.

Pues bien, decidimos que sería bueno darnos una ducha y luego irnos por ahí a comer o algo y luego pensar si finalmente iría con él o no a Tokyo de juerga aquella tarde. Me duché yo primero. El furo (baño japonés) suele tener tres zonas: lavadora y secadora, pila para lavarse las manos y la cara y, separado por una mampara, el baño en si, compuesto a su vez por una superficie con un asiento y un desagüe para limpiarse el cuerpo, y luego una bañera profunda para darse un baño relajante. El furo en el que me duché era pequeño, pero ya hacía lo suyo. Había que jugar bastante bien con los grifos del agua fria y el agua caliente, porque un error de calibración podría llegar a ser fatal.

Cuando salí, desperté a Marquitos, que había aprovechado ese tiempo para echar una cabezadita, me vestí y me puse a ver la tele un rato. No había nada interesante, tan solo algún que otro culebrón y magazines matinales para marujas con la "Ana Losa" (si, pretendía hacer un chiste) de turno en la tele.

Cuando salió de la ducha, aproveché para salir un momento de casa para hacer unas llamaditas a los coleguillas. Me acerqué a una cabina telefónica cercana a la estación e intenté llamar a Sergi (aka Kenji), Mash, Tetsuya, Tatsuya y Kanami. Al principio nadie cogía el teléfono... luego me daría cuenta de que pocos japoneses responden al teléfono movil durante el trabajo. Volví a probar llamando a Tetsuya y respondió :) Me alegré de hablar con él. Hacía mucho tiempo que no hablábamos. Le comenté que había llegado sano y salvo al sitio y dónde me estaba alojando.

Pues nada viendo que el resto de gente seguía comunicando, decidí volver a casa. Poco más que contar desde entonces: nos vestimos y salimos de nuevo a coger el tren en dirección a Umeda.

Como veis, el primer día está dando muuuucho de si X'D. Lo dejo por aquí por el momento.

martes, octubre 24, 2006

Día uno (I): Entrando en Osaka

Justo ahora que me disponía a escribir, resulta que hay algún problemilla con Blogger, así que lo haré en el notepad y luego copypastearé, como Dios manda; en fin, continuemos con el relato por donde lo dejamos ayer.

Marquitos me esperaba en la salida. Llevaba consigo un paraguas de plástico transparente, con el mango blanco. Este tipo de paraguas se suelen vender mucho en los combini cuando llueve. Son baratos y no están nada mal.

Tras los pertinentes saludos, fuimos a buscar el servicio (tenía que hacer mi primera descarga en la isla) y un teléfono público para llamar a casa y decir que había llegado entero. El lavabo del aeropuerto ya empezaba a anticiparme todo lo que me iba a encontrar en ese país: la automatización llevada al extremo. No es que vea mal que los urinarios tengan la cisterna automática, ni que los grifos se activen automáticamente; es más, creo que en sitios con gran tráfico de guarros personas habría que evitar en la medida de lo posible el contacto.

A la salida del WC habían unos cuantos teléfonos públicos y un expendedor de targetas telefónicas. Compré una de 1000 yenes, con la foto del Monte Fuji (para ser más japonés, o sea) e intenté llamar por teléfono a casa. Afortunadamente, Marquitos, que ya tenía experiencia con estas máquinas, me explicó la combinación misteriosa que debía marcar para realizar llamadas internacionales. No la recuerdo, pero os aseguro que no era cosa de marcar solamente el "0034" ni nada de eso, era algo más raro y difícil... como muchas de las cosas que vería en ese país.

Una vez hube despertado a mis padres con mi llamada a las 2AM hora española, el siguiente paso sería adquirir el JR Pass, un pase de tren especial para guiris que sólo se puede adquirir en el extrangero y que te permite montar en todos los trenes (excepto el tren bala "Nozomi") en un plazo de tiempo determinado. Lo que adquirí en España era un recibo que me tocaba canjear en la oficina de Japan Railways (JR, léase "yei-ar" y evítese cualquier vinculación con "Dallas"). Luego escanearé el JRPass y lo colgaré por aquí para que veais qué chulo que es. Aprovechamos la transacción para adquirir un billete para el "Haruka", el expreso especial del Aeropuerto de Kansai, para llegar hasta Shin-Osaka.

Obviamente, yo dejaba hacer a Marquitos porque, a parte de estar zombi por el cambio de horario no tenía ni idea de adónde ir. Je, si llego a estar sólo no se si me habría llegado a espabilar o no. Me llamó la atención que, al terminar la adquisición del JRPass y del billete de tren, hicimos un pequeño saludo con la cabeza para agradecer la atención de la empleada de JR, y la mujer, se levantó y nos hizo el saludo completo y correcto... ¡Efectivamente, estábamos en Japón! La verdad, no sería la primera vez que la corrección de los empleados de JR me sorprendería.

Cargado con la maleta, la mochila y la chaqueta, llegamos al andén del cual partiría en Haruka. Allí ya comencé a sorprenderme con algunos detalles, como la exagerada complejidad de las máquinas expendedoras de billetes del tren, todas ellas llenas de luces y botones, y el primer contacto con las prácticas máquinas expendedoras de bebidas (y demás) 自動販売機 (Jidô Hanbaiki), más conocidas como 自販機 (Jihanki), todas ellas, ¿¡cómo iban a ser menos!?, llenas de luces y de botones por todos sitios.

Mientras esperábamos, y tras que Marquitos me advirtiera: "Permanece despierto porque hoy vas a flipar", vimos como se acercaba al andén el servicio de limpieza, a quienes yo llamaría "Los Pitufos" por su atuendo consistente en una especie de boina azul y un traje de Super Mario, también azul, que se iban colocando en lugares predeterminados sobre el anden, y permanecían inmóviles hasta la llegada del tren.

El tren se detuvo dejando las puertas exactamente en el sitio en el que los pitufos estaban situados e, inmediatamente, estos entraron, colgando en las puertas un cartel indicando que estaban limpiando el tren. Desde el exterior, se podía ver cómo los asientos del tren giraban sobre si mismos para ser limpiados con mayor facilidad.

Intentando mantener la boca cerrada, me di cuenta de la ventaja que suponía el no encontrarse con el típico vomito de borracho al entrar al tren. Era la primera vez que veía que limpiaran el tren delante de mis narices. No dudo que en Barcelona también lo hagan, pero el ver cómo lo hacen delante de uno da muy buena impresión.

Ya sentados en nuestros respectivos asientos, le agradecí a Marquitos el que se hubiera levantado tan pronto para venir a buscarme a tan temprano, a lo que contestó que no era necesario que se lo agradeciera ya que no había dormido aquella noche... Pensé que quizás ambos estuvieramos en las mismas condiciones mentales en aquel momento.

El tren se puso en marcha y mientras Marquitos me contaba su vida y yo la escuchaba en segundo plano, no podía dejar de observarlo todo. En los paneles informativos luminosos del tren se podían leer los titulares de prensa de los principales periódicos. A medida que atravesávamos el puente del aeropuerto, se podía divisar al final del mismo un gran rascacielos, cuya forma recordaba una mano haciendo un "simpático" gesto de bienvenida con el dedo corazón. El cielo estaba nublado, e incluso diría que chispeaba un poquito, pero pensé que con suerte me libraría de la lluvia. Ciertamente, tuve bastante suerte. Según me comentaron más adelante, el día que llegué a Osaka, en la zona de Tokyo habían desde tifones a golondrinos sobaqueros... hice bien en aterrizar en Kansai en lugar de en Narita.

Cuando el tren llegó a tierra firme, comencé a flipar más todavía al ver la estructura arquitectónica de la zona. Muchas veces, se ven en fotografías de Japón, las casitas y las "calles" angostas... pero verlo en directo, aunque sea desde la ventana del tren, produce una sensación absolutamente distinta. Todo parecía tannnnnn cutre. Casas prefabricadas que se agrupaban por doquier de una forma descontrolada, sin ningún patrón arquitectónico aparente ni ningún estilo común entre ellas, formando entre si callecitas en las que no se podía apreciar practicamente ningún coche... a lo sumo gente montada en bicicleta.

Los coches solían estar aparcados en parcelas reservadas dentro de estos grupúsculos de viviendas, a los que los japoneses llaman 丁 (chô) pero que yo llamaría "gheto" (salvando las diferencias). De vez en cuando, algunas de estas parcelas dedicadas a aparcamiento estaban ocupadas por unas estructuras metálicas que hacían de aparcamiento automático, para poder aparcar vehículos en diferentes niveles.

También pude ver desde el tren un estadio cuyo nombre ahora mismo no recuerdo, que tenía un diseño bastante innovador y que rompía, más aún si cabe, la inexistente estética de la ciudad.

A medida que nos acercábamos al centro de Osaka, los edificios, llamemos "Rebeldes" aparecían con mayor frecuencia... ya comencé a perder la noción de la realidad cuando me encontré con centros comerciales en los cuales habían norias o montañas rusas incrustadas.

Uff... el primer dia fue muy intenso y mirad lo que llevo escrito hasta el momento para relatar las dos primeras horas en Japón. Creo que lo voy a dejar por aquí... o a lo mejor, después de cenar, saco fuerzas para continuar con el relato. Ya veremos.

lunes, octubre 23, 2006

Día cero: preparados, listos... ¡YA!

Si, ya cambiaré el título del post que a mi tampoco me gusta.

¿Qué mejor forma de comenzar un diario que por el principio? Pues bien, vamos a ello.

La verdad, no tenía claro que fuera a ir a Japón de vacaciones. Había estado todo el verano muy ocupado con un proyecto que había que tener listo para septiembre y ni siquiera había tenido tiempo de pensar en las vacaciones. Por otro lado, no tenía una especial motivación por tomarlas... ¿con quién iría? ¿qué haría yo solo por ahí?; pero no quedaba más remedio que hacerlas, o en caso contrario la empresa no iba a compensarme las vacaciones que no habia hecho.

Por otro lado, tenía ganas de alejarme de casa una temporadilla, así que al final lo decidí. ¡Lo mejor era irme a la otra punta del mundo! Asi que, "a Japón" me dije.

Cabe decir que, a pesar de conocer el idioma y de tener ganas de ir alguna vez, tampoco era algo con lo que soñara. Pero de todos modos, quería tener la oportunidad de ir por mis propios medios, en plan de diversión, antes de ser mandado allí por trabajo o por cualquier otra circunstancia.

Por mi estupidez desgracia, decidí muy tarde lo del viaje, así que ni pude programar un periodo más largo ni pude conseguir un billete de avión por menor precio... aunque tampoco me puedo quejar demasiado.

Pues bien, una vez tenía todos los preparativos hechos, solo sería cuestión de esperar hasta la fecha. Para mi sorpresa, no me encontraba especialmente nervioso... no se si es que ya me he acostumbrado a los aeropuertos o qué. Echo de menos el ponerme nervioso antes de un viaje.

El día del vuelo, me levanté a eso de las 4. Tenía que estar allí a las 5AM ya que mi vuelo hacia Frankfurt salía a las 7. Allí tendría que hacer una escala de cinco horas (si, cinco horas de mierda) hasta que saliera mi vuelo en dirección a Osaka.

El vuelo de Barcelona a Frankfurt no tuvo nada de especial. Si acaso, lo único a destacar era una alemana guarrilla, que no estava mal, que parecía más preocupada por exibirse que por el vuelo en si. Aburrido por sus intentos frustrados de llamar mi atención, decidí comenzar a leer un pequeño comic que llevaba conmigo para el viaje: "Metropolis, The Wonderful Journey", de Osamu Tezuka.

Embaracamos en el avión (chiste friqui: ¿por qué no se puede decir "enavionamos"?) y bueno... intenté mantenerme despierto durante el vuelo pero el madrugón se dejó notar y estuve durmiendo hasta llegar a Alemania, a pesar de la guarrilla te(u)tónica que se sentaba un poco más adelante y del cómic de mi admirado Tezuka Sensei.

Al llegar al Aeropuerto de Frankfurt, antes que nada busqué algún lugar para mear. La verdad, ese aeropuerto me parece un caos y tardé en dar con alguna puerta con el simbolito del hombre y el hombre con falda. Una vez con menos peso, solo era cuestión de buscar la terminal B, desde la cual saldría mi vuelo en dirección al aeropuerto de Kansai... cinco horas más tarde.

Para los que no conozcan el aeropuerto de Frankfurt, a parte de repetir cuantas veces sea necesario que es una puta mierda capaz de ser creada solamente por las corruptas mentes alemanas, diré que es un aeropuerto "famoso" por el pasillo que une las terminales A y B, que es muy largo y cuya iluminación va cambiando de color. Vamos, para hacer que los paletos que van a subir por primera vez a un avión tengan una mayor sensación de sentirse especiales... o bien para provocar que los borrachos que vuelven de juerga de Mallorca vomiten en ese pasillo antes de hacerlo en la terminal o en el propio avión.

Tras ser comprobado mi pasaporte para entrar en la terminal B, comencé a pulular por ahí. Tenía en mente comprar un par de cosas en las tiendas del aeropuerto. Una de esas cosas era un adaptador de enchufes, y la otra... bueno tal y como pensaba finalmente no la necesité pero no estaba tan seguro de ello, y aún así no lo compré. A parte, otra cosa que me echó para atrás fueron los precios de las tiendas de los aeropuertos. No es que me sorprendiera, ya sabía previamente qué me iba a encontrar, pero decidí que mejor comprar lo que fuera cuando llegara a mi destino.

La terminal del Aeropuerto de Frankfurt tiene la particularidad de que a penas hay lugares para sentarse sin pagar. Por supuesto, habían algunos asientos ocupados por marujas y grupos de chinos y negros, pero demasiado pocos para todos. La otra opción era sentarse en alguna cafetería o McDonalds de los que habían por allí, asi que al final opté por esta segunda opción.

Entré al McDonalds del Aeropuerto (creo que todavía guardo el ticket, luego lo escanearé y lo colgaré aquí para completar la fricada) y me pedí un McMenú asiático topeguay, ya que iba a Asia, había que prepara el estómago para lo peor... ¿y que mejor que una bazofia macdonaldiana?. Luego me arrepentí porque creía que en el menor descuido me iría por las patas abajo, pero afortunadamente no pasó.

A medida que se iba acercando la hora del despegue de mi avión, iban apareciendo cada vez más y más japos... especialmente viejas. Joder, ya podría ser una expedición de PlayBoy Japan en lugar de un puto grupo del inserso japonés. ¡Pero cuánta vieja, dios mio! Habían algunas que estaban hechas polvo. Seguramente su evidente desgaste sería consecuencia no solo de su decrépito estado senil, sino también del estilo de turismo japonés: "vamos de viaje a Europa" significa "vamos a hacer un viaje de cinco días, vuelos incluidos, en el que una vez bajados del avión nos montaremos en un autobús y estaremos cada uno de estos cinco días en un país distinto por lo menos"... así estaban. Ah, cuando no habían viejas, habían japos calvos vestidos de pingüino.

Occidentales eramos pocos. Una vez entré en la sala de espera, unos 15 minutos antes de embarcar, había sentada cerca una chica con rasgos eslavos, con unos ojos muy bonitos... pero con un diente de oro que merecía la más violenta reacción en contra de ella. No, no iba a ser yo quien le diera su merecido... al fin y al cabo soy todo un caballero.

Tras escuchar las oportunas instrucciones en japonés y en inglés, dirigidas principalmente a las débiles mentes de los ancianos nipones, que indicaban por qué escalera había que embarcar en función del número de asiento, bajamos por las escaleras del finger (pa que veais que yo también se inglés) hacia el autobús que nos llevaría al avión. Al llegar el autobús, subí por la escalera y, tras esquivar a nosecuantas japoviejas, llegué a mi reducido asiento. Al lado mío se sentaba un hombre de negocios Austríaco, bastante simpático a pesar de ser medio teutón (nótese que esta vez no pongo paréntesis encerrando la "u") y que sabía español. No es que estuvieramos todo el rato hablando, pero al menos el viaje se hizo menos tedioso.

Pues nada, durante el vuelo intenté dormir lo que pude, disfruté como un loco de grandes películas con títulos como "el diablo vistre de Prada" y no recuerdo cual más, me zampé todo lo que nos endosaban los de Lufthansa (rufutohansa) y de vez en cuando hablaba tonterías con el austríaco que se sentaba a mi lado.

Meé. Era la primera vez que meaba en un avión. Los vuelos que había hecho hasta la fecha no lo habían requerido pero, un vuelo intercontinental es un vuelo intercontinental. Me llamó la atención el ruido que hacía el retrete al vaciarse, pero como la situación aerea actual es complicada y no quería levantar ningún tipo de sospecha por una estancia más prolongada de lo normal en el aseo, sólo me limité a probar una vez por cada meada la mágica cisterna del avión.

A mitad del vuelo, todos aquellos pasajeros de raza caucásica recibimos una targeta para el control de inmigración, que deberíamos entregar una vez llegáramos al Aeropuerto. Digo yo: ¿y si hubiera sido Chino, Filipino, Norcoerano o Jamaicol?... pues simplemente tendría que haber sido yo el que, antes del control de inmigración, hubiera tenido que coger una de las fichas disponibles en el aeropuerto y rellenarla; ya ves tu. Ah, impresionantes las preguntas de las fichas: a parte de preguntar nombre, dirección, número de pasaporte y ocupación, preguntaban cosas tan útiles como la cantidad de dinero en efectivo que llevabas encima, y preguntas para evitar la entrada de subnormales o gente con deficiencias mentales al pais, como ahora si llevábamos sustancias ilegales, explosivos, armas o si teníamos intenciones de cometer algún acto delictivo en Japón. ¿Si no supiera ni Inglés ni Japonés, como hubiera rellenado eso?

Pues nada, pimpam pimpam, antes de aterrizar miré por la ventanilla la cantidad de nubes que cubrían el archipiélago nipón, y me cagué pensando en que tendría mal tiempo. Afortunadamente me equivoqué.

Aterrizamos en el Aeropuerto de Kansai a eso de las 8:00AM hora local. El aeropuerto de kansai es una isla artificial, que queda chula pero no se cuánto durará, y que está conectada a la isla de honshu (la isla gorda, donde estan tanto Osaka como Tokio y demás) mediante un puente larguísimo, ideal para medidas antiterroristas. También existe conexión con el aeropuerto mediante un ferry. Mu chulo.

Tras aterrizar, cogimos el trenecito que nos llevaba a la terminal, recogimos el equipaje y pasamos por inmigración. A partir de entonces adoptaría la situación "no se hablar inglés", que duraría hasta mi regreso. Casi me enrollo con la agente de policía de inmigración, que me tiró los tejos varias veces diciendome que si que bien hablaba en japonés, que si a dónde iba yo con esos ojazos, que si tenía teléfono movil... bah, lo normal.

Luego pasamos por donde nos revisaban el equipaje. No se qué tienen los uniformes de policía japoneses, pero parecen de mentira. La niña que estaba en el puesto de control por el que pasé yo daba un morbazo del infierno... hasta que abría la boca y se le veían todos los dientes torcidos :'(. Además esa tía era tope de borde, me dijo "el equipaje sólamente puedo tocarlo yo, así que aleja las manos"... claro, estaba amargada por esos dientes que tenía.

Y nada, al finalizar todos estos controles, me encontré con mi amigo Marquitos, que me esperaba en el aeropuerto para acompañarme hasta su casa, en la que permanecería hasta el sábado... pero el resto lo seguiré contando en el siguiente post.

Bueno, a ver si soy capaz de terminarlo

La verdad, he decidido hacer una especie de diario de viaje de mi viajecillo de dos semanas a Japón, más que para compartirlo con los demás, para mantenerlo en el recuerdo. Seguro que a medida que vaya escribiendo, iré recordando más y más detalles de todo lo que me ha ido sucediendo, así que no descarto en ningún momento ir actualizando los artículos que vaya colgando en este blog.

Quizás el utilizar el formato de blog que proporciona Blogger no sea lo más adecuado para plasmar lo que quiero hacer, pero de esta manera puedo tener contenido disponible para todos los que estén interesados en leer esta guarrería de forma rápida y sin complicaciones. Quizás, una vez tenga escrito todo lo que quiero escribir, lo cambie de formato, lo deje más bonito... no se; la verdad es que ahora acabo de llegar de trabajo y tengo la cabeza un poco p'allá, así que no esperéis que piense demasiado lo que escribo.

Pues nada, a leer se ha dicho. Iré modificando cosas así que ojo al parche.

弱肉強食 - jakuniku kyôshoku